miércoles, 17 de febrero de 2010

EL INFIERNO

Tenía casi quince años cuando ocurrió todo, sólo me faltaban tres meses. Mi vida no era espectacular, que digamos. Hacía deporte, iba al instituto, pero eso sí, me reía…., no sabéis lo que me reía.

Un buen día estaba hablando con mi madre de nuestras cosas y al terminar me dijo: -Voy a hacer un pastel, qué te parece? Ve a por limones, por favor y así me ayudas.

Cuando iba en camino vi que la parte baja del limonero había sido sobreexplotada y que sólo quedaban en la parte alta. Me había olvidado de deciros una cosa, soy patosa, muy patosa. Me subí al árbol con éxito hasta el momento y recogí varios. Luego, al ver que el tejado estaba relativamente cerca, lo vi factible y fui hacia él. Al ver que no me caía comencé a hacer malabares y sin darme cuenta pasó un buen rato. Luego, inconscientemente miré hacia la izquierda y vi a un tío negro con pelo blanco, parecido al de “Cómo Dios”. Al verle me resbalé, pero ya me estaba sujetando por el otro lado. Me dijo que se llamaba Dean y que era el diablo, yo me empecé a escacharrar de risa y le fui a llevar los limones a mi madre. Acabamos el pastel y poco después se terminó el día. Nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones y el mundo se apagó y se quedó en silencio. Si mi cerebro no me fallaba, no había pasado mucho tiempo cuando me desperté en medio de fríos sudores. Había soñado cosas espantosas: Estaba en un lugar vomitivo, de tonos rojizos, bajo un calor abrasante, con personitas malas, merodeando por todos lados. De repente, me empezaron a mirar y todas tenían la cara de Dean, Dean, Dean…Creo que ahí me desperté.

Al día siguiente, cuando me levanté, no le di importancia y me dispuse a prepararme para el insti. De hecho, no le di importancia hasta el quinto día porque ya me estaba mosqueando eso de no dormir de un tirón. Todo ocurría siempre en el mismo lugar vomitivo, con los mismos tonos rojizos, pero los hechos cambiaban y me despertaba, claro.

Hasta que, una ola de positivismo entró en mi vida y empecé a valorarme más y a no dejarme de última para todo. Hasta que los malditos sueños fueron remitiendo y comencé a dormir como los angelitos.

FIN.

PD: Hay que interpretar que el demonio vino porque la autora no se valoraba, de ahí el final.

Antía Freire Iorio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario